
El término fatalismo está formado a partir de la raíz latina fatum, que significa «destino». Por tanto el «fatalista» cree en una necesidad que negando la libertad se impondría irremediablemente al ser humano. En sentido corriente el fatalismo se refiere a la creencia en el determinismo de los acontecimientos, dirigidos por causas independientes de la voluntad humana, sea este determinismo procedente de fuerzas sobrenaturales como los dioses, de las leyes naturales, del ambiente o de las experiencias adquiridas en el pasado.
Esta noción de fatalismo conlleva una connotación negativa, tanto en el lenguaje corriente como en el filosófico. En cambio, ha prevalecido la postura del determinismo que postula la concatenación de eventos según el principio lógico de la causalidad. La creencia de que “lo que será, será,” puesto que todos los eventos pasados, presentes, y futuros, ya han sido predeterminados por Dios u otra fuerza todopoderosa. En religión, esta perspectiva puede ser llamada predestinación; y sostiene que ya sea que nuestras almas vayan al cielo o al infierno, ya está determinado antes de que naciéramos, independientemente de nuestras elecciones.
A demás es una creencia bastante antigua según la cual, dado que el futuro está determinado no tiene sentido que nos paremos a deliberar o a actuar para cambiar los acontecimientos. Aquí hay que tener en cuenta que, si bien los fatalistas son deterministas, no todo determinista causal es un fatalista. En efecto, hay deterministas que opinan que ciertos cursos de acción determinan unos futuribles en lugar de otros.
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